Pere Traveria Saus

VIVENCIAS

Pere estuvo en la Casa de Maternidad de Barcelona de 1942 a 1950.

De 1950 a 1956 estuvo en la Casa de la Caridad de Barcelona.

Guarda pocos recuerdos de su paso por la Casa de Maternidad. Recuerda que hubo una epidemia de sarampión y que él fue de los últimos en contagiarse. Había tantos enfermos que era más fácil trasladar los niños sanos a otro espacio (como el teatro) y a ellos dejarlos en la sala dormitorio. Rememora especialmente una caminata desde la Maternidad hasta el cementerio de Sarriá. Parece ser que murió una personalidad de la Casa, no sabe si la superiora o algún directivo,  y todos los internos que podían caminar acompañaron en comitiva el cadáver hasta el cementerio. Otros recuerdos se le aparecen en sombras. Habla de haberse perdido por los sótanos [Había unos túneles que iban de la cocina a todos los edificios para trasladar la comida]  y oír unas monjas que comentaban qué les darían aquella noche para cenar, no sabe si por que no habían alimentos en el centro o no tenían dinero para adquirirlos. Lo que sí tiene muy claro es que en aquel lugar había pasado hambre.

En 1950 entró en la Casa de Caridad. Primero, parecía que lo iban a internar en la masía Can Tarrida de Horta, un centro “satélite” de la institución, pero finalmente no fue. De la Casa de Caridad Pere dice “aquello es una cárcel, es una cárcel”. Él pronto se percató de que estaba lleno de falangistas. Y era cierto. Al acabar la guerra civil todo el personal pasó por un expediente de depuración. Volvieron las Hermanas de la caridad de San Vicente de Paúl y el personal laico hubo de demostrar ser adepto al nuevo régimen. El centro lo formaban diferentes edificios y había acogidos niños y niñas, ancianos y ancianas. Había cocina, enfermería, escuela, talleres, capilla… y entre los edificios patios muy amplios. Sabían que había niñas pero no las veían ni tenían contacto con ellas. Sólo en ocasiones muy especiales como misas o comidas a las cuales asistían personalidades como el gobernador civil, el presidente de la Diputación o miembros de la Iglesia católica. Estas ocasiones eran las únicas en que las monjas comían con ellos. En días normales nunca veían lo que ellas comían.

Por la mañana se levantaba a las siete y media, se lavaba, se vestía, se hacía la cama y bajaba a desayunar “un desayuno basado en los productos Plan Marshall, leche en polvo, queso y chocolate crudo”, dice. Después, a clase… En cuanto a profesores había de todo, alguno bueno y otros malos. Les enseñaban religión y “estudio del Movimiento”. Pere tenía problemas con los estudios. Como él dice, ahora es difícil que una criatura llegue a los doce años sin saber leer, puesto que mucho antes habría pasado una valoración psicológica para saber el por qué. Los chicos, entre los catorce y los 18 años aprendían un oficio allí mismo. El taller más importante era el de imprenta. Él no llegó a ir a ninguno. Habría querido estudiar y hacerse monitor y ayudar a la gente con deficiencias pero no fue posible y, ya adulto, tuvo que emigrar a Suiza a trabajar.

Monjas también había de todo, pero no podía confiar en ninguna. Si hacían alguna cosa que no les gustaba, les atizaban un pellizco de monja y  ¡”hacía un daño!”, recuerda. Pere no estaba muy bien visto por las monjas por que no le gustaba ir a misa y se escapaba siempre que podía. No sólo castigaban las monjas, los vigilantes también lo hacían. Recuerda uno muy severo, te cogía la mejilla y “te daba una hostia bien dada que te dejaba la marca de la mano en la cara”. Una de las salidas que les hacía más ilusión era ir a Montserrat. A él, aquel día le castigaron sin ir por que jugando con otros compañeros le salpicaron con agua y llevaba el vestido mojado. Otro castigo era dejarlos sin postres (fruta) o enviarlos a la cama sin cenar. A las nueve de la noche iban a la cama, después de rezar el rosario o el avemaría. En la cama pasaban frío. Se tapaban con una sábana y una manta en invierno. Una vez al mes los internos limpiaban en profundidad el comedor. De la ropa se ocupaban las monjas. Tenían un saco donde metían la ropa y la colocaban en una cesta de mimbre.

Comenta que en invierno se duchaban una vez al mes.  “¡Pasaban un frío!”. Y recalca que la ducha era “¡con agua fría!”. Se duchaban con una especie de bañador. Un día, un chico recién ingresado se duchó desnudo y la monja le pegó una paliza con un sacudidor, un objeto que entonces se utilizaba mucho para limpiar el polvo (estaba compuesto de un mango largo de madera que acababa en un manojo de tiras de trapo, de piel o de otro material). Para no tener piojos les rapaban el pelo y les ponían un líquido que quemaba. Era un crío pero observó como algunas familias, aunque fueran modestas, les daban a las monjas algún obsequio, normalmente dinero. Había médico pero no le veían muy a menudo. Él tuvo un panadizo y tuvieron que abrirlo para curarlo y casi se lo hacen a lo vivo, sólo le dieron un poco de cloroformo, totalmente insuficiente para no sentir dolor.

En verano los llevaban a los Baños Astilleros que estaban en la Barceloneta. Iban con los seminaristas por que las monjas no podían entrar en los vestidores. También al Tibidabo, al Parque de la Ciudadela, al Rompeolas… Y a los niños que no se los llevaba la familia, como era su caso, los llevaban de vacaciones a una casa fuera de Barcelona donde podía tomar el sol y hacer excursiones. Tiene un recuerdo especial de uno de los escasos días en que tuvieron un detalle con los niños y les dieron un helado muy bueno a todos.

Con la comida lo pasó muy mal. Tenía propensión a los cólicos y los sufría a menudo por la comida que le daban. Como tantos otros niños y niñas que estuvieron internados, sufrió actos de crueldad en la comida. Uno de aquellos días que se encontraba mal ellos le dieron carne de caballo llena de tendones y la vomitó. ¡Aquello que había sacado se le obligó a volvérselo a comer! Un día se quemaron las lentejas pero como no había otra cosa, pues se las comieron. Carne, poca y dura. Pescado, alguna vez. Y macarrones…que le repetían en el estómago, no sabe con qué los hacían… Con ironía dice “debía ser aceite de maquinaria”. De vez en cuando los purgaban con aceite de ricino haciéndole ir al váter cuando él ya era propenso a ir flojo de vientre. Sabía que la familia le llevaba paquetes con comida pero él no los veía.

Llegó un día en que se comenzó a hablar del nuevo edificio que la familia Mundet costeaba. Y así fue. En 1957 fueron inaugurados los Hogares Mundet en Vall de Hebron y los niños y niñas de la Casa de la Caridad fueron trasladados a la nueva sede en varias fases. Pere cree que allí sólo llevaron a los más capacitados. Algunos fueron enviados al Asilo Durán y otros, como él, fueron entregados a la familia.

Pere, en la actualidad, vive en un piso social en el barrio de La Marina y está cobrando una pensión mínima que a duras penas le permite vivir. Además, su salud es muy delicada y está seguro que algunas de las enfermedades que ahora padece son consecuencia de la comida y el trato que recibió en la Casa de la Caridad. Aparte de los problemas en el centro, ha sufrido también la tenaz persecución de la dictadura a los homosexuales. Él ha sido uno de los pioneros en fundar asociaciones en defensa de la diferencia sexual y es uno de los protagonistas del documental Salir del armario a los 60, realizado por TVE, en 2007. Antes vivía en la Barceloneta, cerca del mar, símbolo de la libertad que siempre ha anhelado tanto.

Un ángulo del Patio Plandolit de la Casa de Caridad de Barcelona. Años 50. Autor desconocido. AGDB
Aspecto del edificio y del patio Vidal (antes patio Pujet) de la Casa de Caridad de Barcelona. Años 40. Autor desconocido. AGDB
Comedor situado en una galería cerrada por vidrieras de la Casa de Caridad de Barcelona. Años 50. Autor: Joan Francès Estorch. AGDB
Puerta de acceso por el patio Manning y fachada de la calle Montalegre (Casa de Caridad de Barcelona). Antes de 1940. Autor desconocido. AGDB
Comedor de la Casa de Caridad de Barcelona. 1953. Autor desconocido. AGDB
Aula de la Casa de Caridad de Barcelona. Principios de los años 50. Autor desconocido. AGDB
Imposición de la Cruz de Primera Clase con distintivo blanco a la madre superiora de la Casa de Caridad de Barcelona, sor Eulàlia Arqué. A su lado, el canónigo Villarrubias y el presidente de la Diputación Lluís Argemí Martí. 27 de febrero de 1944. Autor: Joaquín María Domínguez Pont. AGDB
Bodas de oro de la superiora de la Casa de Caridad de Barcelona, sor Eulàlia Arqué. Aparecen sor Eulàlia Arqué, el obispo Gregorio Modrego Casaus, el canónigo Villarrubia, Josep Maria Milà Camps (expresidente de la Diputación) y el diputado de beneficencia, Gibernau. 26 de junio de 1943. Autor: Joaquín María Domínguez Pont. AGDB
Vista aérea de la Casa de Caridad de Barcelona. Se pueden observar los patios interiores, la iglesia, y las calles Montalegre, Valldonzella y Ferlandina. Al fondo a la izquierda se puede ver la Universitat de Barcelona. 1954. Autor: TAF. Trabajos Aéreos Fotogramétricos. AGDB
Proyecto de un nuevo pabellón (Pabellón Cambó) para la infancia en la Casa de Maternidad de Barcelona. Arquitecto, Malbabrich. Octubre 1953. Autor desconocido. AGDB

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