Bautista Sánchez Granero

VIVENCIAS

Bautista estuvo en el centro Grupo Benéfico de Barcelona de 1944 a 1952.

De 1944 a 1952 también estuvo en el centro Nuestra Señora de los Ángeles de Barcelona.

Conocimos a Bautista y Carmen, su mujer, en el Centre Cívic del Coll, habían venido a la inauguración de la exposición Infància Robada. Buscaban algún compañero de infancia de Bautista. Cuando nos volvimos a ver, el día del pase del documental Darrere la finestra, quedamos en encontrarnos y hablar con tranquilidad de sus experiencias.

Unas semanas después nos recibieron en su casa. Fue una tarde agradable, en la que Bautista nos fue explicando la historia de aquellos años pasados en el Grupo Benéfico y en Ntra. Sra. de los Ángeles de Vallvidrera.

Pero empecemos por el principio. Bautista Sánchez Granero nació el 7 de febrero de 1939, en un pueblo de Cuenca, Villar de la Encina. Allí su madre hacía de jornalera en el campo, iba con las cuadrillas a la vendimia, a segar… Pasaba meses fuera de casa trabajando en lo que le salía, debía alimentar los cuatro hijos. El padre estaba encarcelado por rojo: acusado de “desafecto al régimen”, estuvo condenado a muerte durante 7 meses. Pasó 10 años en la prisión de Cartagena.

La vida en el pueblo era muy dura, meses separados de la madre, a cargo de la abuela y por mucho que su madre trabajara no salían adelante, el dinero que cobraba ya lo debían.

Tenían un tío que vivía en Barcelona, por eso Sole, la hermana mayor de Bautista, vino aquí a trabajar, como tantas otras chicas, obligadas a dejar sus casas y familias para emprender el camino de la emigración, cuando aún eran una niñas. Si no podían ayudar a la economía familiar con sus escasos sueldos, como mínimo eran una boca menos que alimentar. Tiempo después la siguió la otra hermana, María.

Finalmente, en setiembre de 1944, la madre y los dos hijos pequeños también vinieron a Barcelona. La madre llevaba una carta de la Protección de Menores de Cuenca para que acogiesen a los niños en la Protección de Menores de Barcelona. Así fue como Bautista y su hermano mayor ingresaron en el Grupo Benéfico.

Los primeros días fueron muy duros para Bautista. Separado de su hermano, que estaba en otra falange, se pasaba las noches esperando que volviera su madre. Por suerte, poco a poco se fue acostumbrando a la nueva vida en la “Prote”.

El centro estaba organizado en falanges, él entró en la número 16, que era la Maternal. Según iban cumpliendo años cambiaban de falange: la 15, la 14… Las falanges de los más pequeños tenían una educadora, y las de los mayores un educador. En clase, los maestros también eran hombres o mujeres, según la edad de los internos.

Además del personal civil estaba el religioso, las monjas -madres-, que se ocupaban de la intendencia. Bautista recuerda a la Madre Dolores y a la Madre María que era más dulce, la Madre Dolores era más seca. Las dos eran las encargadas de la enfermería. Otras se encargaban de la lavandería o de la cocina, aunque también tenían un cocinero y más personal femenino para ayudar y hacer la limpieza.

En el sótano de la enfermería era donde les hacían las revisiones, el médico de cabecera era el doctor Cairó, pero también los visitaban especialistas, un dermatólogo, un otorrinolaringólogo, “el médico de los ojos era el doctor Vila Coro”, nos explica Bautista. A pesar de eso, una vez que estuvo enfermo con mucha tos y resfriado, lo dejaron en la habitación, sin que nadie le hiciera caso, hasta que se curó.

Bautista tenía verrugas en las rodillas y se las cortaban con unas tijeras y le ponían yodo para que se le secaran. A los 6 o 7 años, cuando estaba en la falange 15, tuvo paperas y no podía tragar nada, pero la educadora le pegaba para que comiera. Dice Bautista que era un poco dura…

Cuando cogían sarna les hacían desnudar y les ponían una pasta de azufre por  todo el cuerpo y los enviaban a la cama sólo con la sabana, así les desaparecían los picores. Para el daño en los ojos les ponían un palito de las orejas mojado con un líquido que picaba mucho, pero que curaba.

Las habitaciones eran como en un cuartel, las camas tenían las patas en forma de aspa y las ponían de una manera especial, así cuando algún compañero se sentaba en la cama se le plegaba. Era una de las bromas que se hacían los chicos internos entre ellos. Cada mañana doblaban las sábanas y el colchón y lo tapaban todo con la manta, dejándolo preparado para las señoras de la limpieza que se ocupaban de hacer las camas y limpiar la sala donde dormían.

En otra sala estaban las duchas. Bajaban en fila, con la muda y la toalla, tenían que ir con cuidado de no caer, el suelo era de cemento y resbalaba mucho. Se duchaban una vez a la semana, con agua fría, un estropajo de esparto y poco jabón. Cuando se duchaban se cambiaban de ropa, tenían que llevarla toda la semana aunque se ensuciaran. Los pequeños se lavaban 4 o 5 juntos en un fregadero, a media tarde, antes de merendar.

Dormían en calzoncillos verano e invierno. Iban vestidos con camisa, pantalones y alpargatas, nada que ver con el uniforme que llevaban los días de fiesta y que es como los que se ven en las fotografías que le llevamos, que consistía en una camisa blanca, pantalones y zapatos. El día de la Primera Comunión también llevaban un traje bonito, nos explica, pero una vez terminada la ceremonia hacían que se lo quitaran y se pusieran la ropa de diario. Así el traje servía para otro niño.

Bautista hizo la Primera Comunión a los 7 años, el año 1946, normalmente la hacían cuando ya sabían rezar. La Confirmación se la daba el Obispo de Barcelona. El día de la Primera Comunión había otro extra, les daban un almuerzo de chocolate con churros.

Los otros días almorzaban un tazón de leche y una rebanada de pan. También comían gachas y pan de maíz. La comida podía ser potaje con patatas, fideos, arroz… y de segundo plato, hamburguesa con cebolla y una rebanada de pan, o sardinas, o caballa frita… La merienda era una fruta, normalmente naranja o manzana. Se la comían con piel, las naranjas las rascaban antes en la pared. Cenaban gachas. Tenían pocos extras, a excepción de lo que les podía traer la familia, y por Navidad que les daban un trocito de turrón. También celebraban los Reyes Magos, que les dejaban algún cacharrillo, como cochecitos o tranvías de lata, muñequitos de cuerda, caballitos de cartón…

La familia al principio podía ir a verlos muy de tarde en tarde, cada dos meses. Después fue cada mes. Siempre esperaban su visita con muchas ganas. Estaban todos los niños detrás de la puerta de hierro, esperando hasta que la abrían. Durante la visita paseaban por el patio. A Bautista y su hermano los iban a ver su madre y su hermana Sole, y les llevaban paquetes con comida, pan, embutido, lo que podían, pero no se lo quedaban, tenían que darlo a la educadora de la falange.

Por Navidad los dejaban ir de permiso 8 o 9 días con la familia. Al principio de estar en el Grupo Benéfico no los dejaban salir, fue después cuando ya les daban permisos. Un año durante este permiso se puso enfermo y los señores de la casa donde servía su madre, lo llevaron a casa del doctor Cairó, el médico del Grupo Benéfico, porqué lo conocían. El doctor dijo que no era nada importante y que ya lo vería en la Protección. Bautista estaba asustado porqué tenía miedo que lo castigasen, o que cuando volviera le diesen algún coscorrón, pero por suerte no le pasó nada.

Cuando Bautista y su hermano entraron en el Grupo Benéfico primero pasaron por la enfermería donde les hicieron un reconocimiento médico. Después les hicieron pruebas de conocimientos, él recuerda que hizo un rompecabezas. Habitualmente la prueba que les hacían a los niños cuando ingresaban era una psicometría para medir la inteligencia global, método Binet-Terman. Por documentos que hemos encontrado sabemos que años más tarde hicieron pruebas de conocimientos a todos los niños ingresados en el centro, entre ellos a Bautista y su hermano.

Estudiaban las asignaturas básicas, gramática, aritmética… Recuerda que escribían con plumilla y para hacer una “pifia” (broma) ponían una colilla de tabaco en el tintero, así cuando escribían hacían borrones. Escribían en cuartillas y la señorita lo repasaba. Los libros, cuando terminaba la clase, los guardaba la profesora en un armario. Por la mañana, después de almorzar, hacían clase hasta las 12 h, cuando salían al patio a jugar.

Jugaban a la pelota con pelotas de goma, o hechas de trapos. Hacían cometas de cartón, abiluchos. Para el hilo utilizaban los cordones de las alpargatas. Siempre tenían que estar visibles en el patio.

Por la tarde hacían clase desde las 3 h, una vez habían comido, hasta la hora de merendar, a la 5 o 5,30 horas. En deporte sólo hacían gimnasia. Les enseñaron las cuatro reglas y poco más.

Los chicos mayores tenían talleres de fontanería, carpintería, pintura… trabajaban haciendo el mantenimiento. También había barbero y zapatero remendón. Cuando tenían 14 o 15 años les buscaban trabajo de aprendiz fuera del centro. A su hermano lo colocaron en un colmado y después entró en una imprenta y aprendió el oficio en el que ha trabajado toda la vida.

Todas las actividades, desde que se levantaban a las siete de la mañana, eran anunciadas por un gong, que era un escudo de hierro colgado por unas cadenas. El portero era el encargado de hacerlo sonar. Cuando sonaba la señal tenían que formar (sabían el lugar donde tenían que ponerse por los ladrillos del patio) y después se dirigían al lugar que correspondía.

Los domingos, las fiestas y muchos días más, tenían que ir a misa, después formaban en el patio y cantaban el Cara al Sol, con el brazo en alto. Rezaban por la mañana, antes de almorzar y a la tarde, antes de cenar, el rosario.

En el Grupo Benéfico había teatro y un coro en la iglesia. Una vez les hicieron marionetas en la sala de actos. También les hacían cine y les pasaban documentales. Los domingos salían a jugar al parque de la Ciutadella, en una zona que llamaban “los mil árboles”, porqué había muchos árboles. Una vez los llevaron al teatro, a la Sala Mozart (calle Canuda, 31). Iban a la procesión de Semana Santa, en el Portal del Ángel. Se sentaban delante de los Almacenes Jorba y la gente les tiraba dinero para reírse de ellos cuando se peleaban para cogerlo y se burlaban diciéndoles que eran del hospicio.

La Vanguardia del día 13 de octubre de 1946 recoge las actividades del Día de la Raza y las fiestas del Pilar: “Entre los actos celebrados durante el día de ayer, merece especial relieve el inaugural de la fundación «Nuestra Señora de los Ángeles» para niños abandonados, creada por el gobernador civil y entregada por éste a la Obra Tutelar de Menores.” Asistieron el Ministro de Justicia, Fernández Cuesta, el gobernador civil, Bartolomé Barba Hernández, el gobernador militar, el vicario general de la diócesis, el alcalde, el presidente del Consejo Superior de Protección a la Infancia y el juez de menores, Ramón Albó, entre otras muchas personalidades.

El artículo también describe las instalaciones de la finca situada en la montaña de Vallvidrera, además de la obligatoria capilla, en la planta baja había una sala de actos, los comedores, las cocinas y la despensa. En las plantas superiores estaban los dormitorios, los cuartos de baño con duchas, las salas de estudio y un gimnasio “superdotado”. Aunque sólo iban esporádicamente a jugar. Ellos únicamente hacían gimnasia con la profesora.

Bautista, cuando tenía 7 años, fue uno de los niños que inauguraron el centro de Ntra. Sra. de los Ángeles. Los llevaron en autocar, primero tuvieron que pasar por la Casa Golferichs, a recoger las llaves de la Torre, como la llama él. Aquel primer día no tenían provisiones, aún no habían llegado, así que se tuvieron que conformar con gachas y pan frito. Bautista estuvo dos años. Aún recuerda el teléfono del centro, era el 70150.

A Vallvidrera fueron los niños un poco delicados de salud o que necesitaban recuperarse de una enfermedad. Pero por los documentos que hemos encontrado sabemos que en el tiempo que Bautista estuvo allí no ganó mucho peso. Primero eran 25 niños, pero después llegaron a ser 125 o 150 niños.

Había masoveros, Conxita y Josep, que eran de Lleida y vivían en un pabellón aparte. Cultivaban los campos y se comían lo que producían, como las acelgas. Tenían un huerto, gallinas y un pequeño lago con peces. Otro personal del centro eran los educadores y las maestras, las cocineras… También había un guardia de paisano, estaba en una caseta que había al lado de la puerta.

Las visitas seguían siendo una vez al mes, pero era un calvario para la familia llegar hasta Vallvidrera. Tenían que ir hasta la plaza Bonanova con el tranvía 39 y desde allí andando hasta la Torre. La Navidad la celebraban en el centro, no los dejaban salir. Los Reyes Magos les dejaban algún juguete de regalo, una vez le trajeron una vaca con ruedas, pero unos granujas la tiraron al estanque. Por suerte flotó y la pudo recuperar.

Había enfermería, pero no médicos. Una vez cogieron piojos y les cortaron el pelo al cero, con un mechón en la frente. En la Torre, hasta aquel momento, les habían dejado crecer el pelo.

Estudiaban poco, generalmente jugaban y pasaban el tiempo. No había talleres. El vestuario era como el del Grupo Benéfico, también se lo cambiaban una vez a la semana. Por la noche, cuando subían del comedor a la habitación lo hacían corriendo para poder cazar las ratas que estaban en los “torreones” donde guardaban las algarrobas.

Iban a misa cuando subía el capellán del Grupo Benéfico, el padre José Manuel García-Díe i Miralles del Imperial, que hacía las funciones de director (nombrado en 1950 director del instituto Ramón Albó de la Protección de Menores de Barcelona). También les daba charlas y les explicaba aventuras. Bautista tiene un buen recuerdo de él, dice que era buena persona. Mientras estaba allí lo operaron de amígdalas y le dio un mordisco en la mano al médico. El padre García-Díe lo llevo a él y a 4 o 5 niños más, que también habían operado, de excursión a Montserrat. Allí les enseño la sepultura de su familia, que está en la Basílica.

En Ntra. Sra. de los Ángeles también había niños de otros sitios. Bautista recuerda una vez que había niños extranjeros, en concreto recuerda a uno que era alemán y se llamaba Henri. Al cabo de unos años, cuando él ya no estaba en la “Prote”, lo volvió a encontrar.

Bautista era un poco travieso, cuando podía se escapaba para acompañar a los compañeros mayores cuando iban a buscar el pan a Vallvidrera. Una vez rompió el cristal de la habitación de un cabezazo. Le salió mucha sangre. Otra vez, quería ir a ver a su hermano al Grupo Benéfico y se puso entre los niños que esperaban en el patio para marchar. La señorita pasaba lista y contaba los niños, pero no le cuadraban. Lo repitió varias veces hasta que lo descubrió y lo castigó sin bajar. Para escaparse hacían un agujero por debajo de la puerta, que era de hierro. También subían sobre la caseta del guardia, para que no lo hicieran ensuciaban el techo con “caca”.

A los 10 años volvió al Grupo Benéfico donde estuvo hasta junio de 1952, cuando salió. Justo cuando terminó el Congreso Eucarístico.

En esa etapa fue monaguillo, iban vestidos como los de Montserrat. Para conseguir un poco más de comida, también hizo de monaguillo en la Parroquia de Santa Maria del Taulat, desde que la inauguraron. Como que a las siete de la mañana era la primera misa, él tenía que levantarse mucho antes. Iba a la cocina y le daban un poco más de almuerzo.

Cuando salió fue a casa de sus padres, que vivían realquilados en Gràcia, hasta que pudieron alquilar un piso. Su padre ya había salido de prisión. Primero estuvo desterrado en el pueblo, separado de la familia, pero consiguió un salvoconducto para vivir en Barcelona con ellos. Cada mes tenía que presentarse en comisaría.

A los 14 años Bautista entró de aprendiz de un sastre, en la plaza del Rellotge (la actual plaza de la Vila de Gràcia), en una tienda que hacía esquina y aún existe. Después entró en un taller de mecánico. A los 18 años se fue a hacer de torero. Trabajó 18 años en la Seat y 24 de taxista.

Bautista está casado con Carmen y tienen un hijo y un nieto y una nieta. Tuvieron una niña que nació en el Hospital de la Vall de Hebron. Era prematura y estaba en la incubadora. Un día cuando fueron a verla les dijeron que se había muerto, pero no les dejaron verla y les dijeron que ellos se hacían cargo del entierro. Ahora han consultado en el registro y han comprobado que no está inscrita, mientras que otra niña, que les nació muerta, sí que lo está. Sospechan que puede ser una niña robada.

Bautista es una persona abierta, que valora las cosas positivas de la vida e intenta olvidar las negativas. Recuerda lo bueno. Es una persona que se sabe adaptar a las circunstancias que la vida le presenta, por malas que sean. Como él dice: “Hay que afrontar lo que venga”.

Bautista con su madre (que se llamaba Ciriaca) y su hermano. Navidad de 1946 o 1947
Bautista y un compañero en la iglesia Sta. M. del Taulat. Hacia 1949
Campamento de Falange (al salir del colegio). Arenys de Mar. 1952. Bautista es el 1º de la izquierda
Bautista, aprendiente de sastre, con su jefe. En Gràcia, Barcelona. 1953

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